Importante:

Todas las fotografías que aparecen en este blog están realizadas por mí (con la excepción de las que aparecen en la sección "Las fotos de mis amigos"), y ¡NO ESTÁN PROTEGIDAS POR NADA NI POR NADIE! (como el resto de mí persona).

Hace tiempo que mis derechos se torcieron y a estas alturas de mi vida no es momento de ponerse a enderezarlos. Si uno (o sea yo), cree que toda propiedad es un robo (no confundir con el derecho de uso), siendo consecuente con esa creencia digo que puedes descargarlas, reproducirlas, modificarlas, matarlas y asesinarlas (las imágenes), y hacer lo que te venga en gana con ellas, sin necesitar permiso ni consentimiento alguno para hacerlo.

Agradecería que se me citara como autor, por aquello de abonar el poco ego que todavía me queda, pero si decides no hacerlo no temas amenaza, persecución, ni represalia por mi parte. J.Expo

domingo, 22 de febrero de 2015

martes, 3 de febrero de 2015

LAS FOTOS DE MIS AMIGOS

Hoy comienzo en este blog una sección a la que llamare "Las fotos de mis amigos", algunas veces las fotos aquí publicadas lo serán por su calidad técnica o artística, otras por su calidad humana y otras simplemente porque evocaran recuerdos y vivencias de quienes las hicieron, no en balde este blog se llama "El fotorecuerderista". 



                                                                                                UNA HISTORIA DE SOLIDARIDAD
Hace ya algún tiempo que Analía decidió donar todos los meses una pequeña parte de su salario a una ONG, concretamente a Ayuda en acción y hace ya algún tiempo que dicha ONG realizó un sorteo entre sus colaboradores consistente en un viaje a Nicaragua, para que dos personas pudieran comprobar en situ en qué y como invierte y gasta dicha ONG el dinero de las donaciones, Analía tuvo la suerte de salir agraciada en ese sorteo.

Esta es la crónica fotográfica de ese viaje, Analía es la autora de todas las fotografías, excepto de la primera en la que aparece junto al coche, que fue realizada por su compañera de viaje, de la que ignoro su nombre y la segunda de la que tan bien ignoro su autor. Los textos que acompañan a las fotografías también son de Analía, han sido sacados de las cartas que a diario mandó por correo electrónico durante los siete días que duró su aventura nicaragüense.





Recuerdo ese primer día como especialmente duro e impactante. Ronaldo, que sería nuestro conductor durante el resto del viaje, y al que cogimos especial cariño y Maritza, responsable de Ayuda en Acción en Managua, atenta de nuestro bienestar en cada sitio que visitaríamos, nos recogieron en el hotel a las 4:30 de la madrugada. Tras el madrugón, emprendimos un viaje largo en coche, siempre por carreteras secundarias, puesto que en Nicaragua no existen las autopistas, durante unas cuatro horas, hasta llegar a una zona seca y montañosa que llaman "el corredor seco", que hace frontera con Honduras y que es la zona más pobre de Nicaragua.






Tras cuatro horas de viaje llegamos a Totogalpa y nos encontramos con trabajadoras de SOYNICA, una ONG local que colabora con Ayuda en Acción y con todos ellos subimos en un Toyota ranchera por las montañas secas de esta zona, dando botes por caminos polvorientos, con baches y empinadas cuestas, hasta llegar a lo que llaman "las comunidades" que son los asentamientos donde trabajan las ONG.








Esta primera visita resultó especialmente impactante, pude ver por primera vez y en directo, en primera persona, a gente completamente pobre, viviendo en chabolas en absoluta miseria, sin agua, sin luz, sin nada... Gente con el pelo sucio, los niños también, con mocos secos, las uñas negras, los dientes picados... 










Descubrimos cosas como que los niños tienen que andar horas a través de la montaña para ir a la escuela, que viven muchas personas en chabolas de una habitación, que niñas súper jovencitas ya tienen bebés...










No creo que se pueda imaginar lo que es estar allí y vivirlo en primera persona, no tiene absolutamente nada que ver con verlo por la TV, impacta muchísimo ver con tus propios ojos que hay cientos de personas en unas condiciones en las que nosotros no aguantaríamos ni siquiera unas horas. Esta primera visita me puso bastante triste. Sentí que en nuestro "mundo desarrollado" hemos perdido la razón, que somos absolutamente superficiales y desagradecidos, que no valoramos en absoluto nada de lo que tenemos; casas con paredes firmes, con luz, electricidad, calefacción, agua. Tener una ducha donde lavarte, una cocina limpia para cocinar, un frigorífico, una lavadora, yo hasta hoy no podía entender nada acerca de la miseria.









Viven principalmente de frijoles y maíz, las ONG les han enseñado a plantar y cuidar sus propios "huertos", que cosechan en ruedas de coches partidos por la mitad, donde plantan vegetales básicos como cebolla o apio. Algunas familias también tienen gallinas, un cerdo (digo uno porque es uno solamente).








Las casas son construidas de adobe, con tejados de uralita, a la gran mayoría se les han hecho grietas en las paredes debido a los temblores de tierra, aquí son muy frecuentes.











Son muchísimas las cosas que me han llamado la atención de todo lo que pude ver en estas comunidades de Nicaragua, resultan complicadas de resumir en una breve redacción, pero sobre todo, yo destacaría la positividad de la gente, su compromiso y predisposición a mejorar. Las madres hacen grandes esfuerzos solamente para poder pesar a los niños y no faltan nunca. Las personas más pobres que he conocido son risueñas y amables. Esto es algo sorprendente, cuando nosotros privilegiados en todo, siempre andamos de malos humores ceño fruncido. Todo aquí me resulta impresionante.
















En Matiguas visitamos primero una escuela "multigrado" y después un "centro de salud". La escuela fue construida hace poco gracias a una aportación de dinero que hizo la Diputación de León de España. Esta escuela antes era una choza de madera y plásticos, los niños no tenían pupitres y se mojaban cuando llovía. Con esta aportación económica se pudo construir un edificio de cemento, que tiene dos salas grandes, y otra casita más pequeña que es el comedor. Las dos salas grandes tienen pupitres muy rudimentarios, pero solo una estaba ocupada por alumnos, ya que únicamente había un profesor, que impartía clase multigrado.








Cuando fuimos a visitar la escuela, era la hora del desayuno. En la casita pequeña, dos mujeres cocinaron arroz blanco, frijoles y tortas de maíz para los niños, que tienen que llevar su propio vaso y cuenquito al colegio para poder comérselo.














Este mismo día, durante nuestra visita, sucedió algo que me marcó especialmente. En este centro estuvimos largo rato, y cuando ya nos íbamos a ir, la chica de Ayuda en Acción que nos acompañaba nos dijo que éramos una visita especial, que algunas mujeres de la comunidad nos habían preparado una sorpresa. Entonces nos llevaron a una de las chabolas de madera en las que viven, y allí dentro nos encontramos en un salón oscuro con suelos de tierra y paredes sucias, una mesa puesta con platos, cucharas, vasos con una bebida típica y manteles modestos. En la mesa, cuencos de arroz, y mazorcas de maíz, en el plato un guiso de gallina con patatas y yuca. Ellos habían cocinado una de sus gallinas (os aseguro que no tienen muchas), y habían preparado un guiso de celebración especial, y nos lo habían presentado con sus mejores galas, para que nosotras comiéramos allí. Todos los demás hacían cola para comer de pie, pero a nosotras nos prepararon una mesa. En ese momento me sentí muy honrada y agradecida de que esa gente, que no tiene nada, que sufre mal nutrición y come de pie, me hubiera cocinado su gallina, me dejara su mesa con su mejor mantel y su mejor plato, para que yo comiera. Este tipo de cosas no se viven todos los días, y ayudan a comprender una realidad que yo hasta ahora solo había visto en la TV, antes de cambiar de canal.











Yo era una de esas personas escépticas con las ONG, y tenía muchos prejuicios y desconfianza acerca de cómo se administran los fondos que son donados a sus organizaciones. Después del viaje, ahora sé con seguridad que no son organizaciones que se lucren, en absoluto. Sus oficinas son viejas y destartaladas, muy modestas. Sus trabajadores viven en pueblos que están a dos horas de donde están las oficinas en las que trabajan, alquilan pequeñas habitaciones de lunes a viernes para trabajar durante todo el día. Ellos no tienen horario, la mayoría no ven a sus hijos ni a sus parejas, y por el nivel de vida que presumen, no creo que ganen más de lo necesario para vivir.

Admiro a todas las personas que he conocido allí, creo que ninguno nos cambiaríamos por ellos, pero tengo la sensación de que todos son muy felices con lo que hacen, incluso más de lo que somos nosotros en ciertos momentos, con todas nuestras comodidades.


¿De modo que qué me llevo de esta experiencia? ¡Tantas cosas! Que soy afortunada, que todos nosotros somos muy afortunados, Que cuando nos sentimos tristes o deprimidos, no es porque seamos malas personas, ni tampoco somos egoístas, es porque se nos ha olvidado valorar todas las cosas maravillosas que tenemos. Todo lo que he podido ver que consiguen las ONG en países como Nicaragua, ya no es lejano ni utópico, ya no está "en el tercer mundo", sino que me lo he traído conmigo, intuyo que para siempre, y para compartirla con todos vosotros.