Hoy comienzo en este blog una sección a la que llamare "Las
fotos de mis amigos", algunas veces las fotos aquí publicadas lo serán por
su calidad técnica o artística, otras por su calidad humana y otras simplemente
porque evocaran recuerdos y vivencias de quienes las hicieron, no en balde este
blog se llama "El fotorecuerderista".
UNA HISTORIA DE SOLIDARIDAD
Hace ya algún tiempo que Analía decidió donar todos los
meses una pequeña parte de su salario a una ONG, concretamente a Ayuda en
acción y hace ya algún tiempo que dicha ONG realizó un sorteo entre sus colaboradores
consistente en un viaje a Nicaragua, para que dos personas pudieran comprobar
en situ en qué y como invierte y gasta dicha ONG el dinero de las donaciones,
Analía tuvo la suerte de salir agraciada en ese sorteo.
Esta es la crónica fotográfica de ese viaje, Analía es la
autora de todas las fotografías, excepto de la primera en la que aparece junto
al coche, que fue realizada por su compañera de viaje, de la que ignoro su
nombre y la segunda de la que tan bien ignoro su autor. Los textos que acompañan a las fotografías también son de Analía, han
sido sacados de las cartas que a diario mandó por correo electrónico durante
los siete días que duró su aventura nicaragüense.
Recuerdo ese primer día como especialmente duro e
impactante. Ronaldo, que sería nuestro conductor durante el resto del viaje, y al
que cogimos especial cariño y Maritza, responsable de Ayuda en Acción en
Managua, atenta de nuestro bienestar en cada sitio que visitaríamos, nos recogieron
en el hotel a las 4:30 de la madrugada. Tras el madrugón, emprendimos un viaje
largo en coche, siempre por carreteras secundarias, puesto que en Nicaragua no
existen las autopistas, durante unas cuatro horas, hasta llegar a una zona seca
y montañosa que llaman "el corredor seco", que hace frontera con Honduras
y que es la zona más pobre de Nicaragua.
Tras cuatro horas de viaje llegamos a Totogalpa y nos
encontramos con trabajadoras de SOYNICA, una ONG local que colabora con Ayuda
en Acción y con todos ellos subimos en un Toyota ranchera por las montañas
secas de esta zona, dando botes por caminos polvorientos, con baches y
empinadas cuestas, hasta llegar a lo que llaman "las comunidades" que
son los asentamientos donde trabajan las ONG.
Esta primera visita resultó especialmente impactante, pude
ver por primera vez y en directo, en primera persona, a gente completamente
pobre, viviendo en chabolas en absoluta miseria, sin agua, sin luz, sin nada...
Gente con el pelo sucio, los niños también, con mocos secos, las uñas negras,
los dientes picados...
Descubrimos cosas como que los niños tienen que
andar horas a través de la montaña para ir a la escuela, que viven muchas
personas en chabolas de una habitación, que niñas súper jovencitas ya tienen bebés...
No creo que se pueda imaginar lo que es estar allí y vivirlo
en primera persona, no tiene absolutamente nada que ver con verlo por la TV,
impacta muchísimo ver con tus propios ojos que hay cientos de personas en unas
condiciones en las que nosotros no aguantaríamos ni siquiera unas horas. Esta
primera visita me puso bastante triste. Sentí que en nuestro "mundo
desarrollado" hemos perdido la razón, que somos absolutamente
superficiales y desagradecidos, que no valoramos en absoluto nada de lo que
tenemos; casas con paredes firmes, con luz, electricidad, calefacción, agua. Tener
una ducha donde lavarte, una cocina limpia para cocinar, un frigorífico, una
lavadora, yo hasta hoy no podía entender nada acerca de la miseria.
Viven principalmente de frijoles y maíz, las ONG les han
enseñado a plantar y cuidar sus propios "huertos", que cosechan en
ruedas de coches partidos por la mitad, donde plantan vegetales básicos como
cebolla o apio. Algunas familias también tienen gallinas, un cerdo (digo uno
porque es uno solamente).
Las casas son construidas de adobe, con tejados de uralita,
a la gran mayoría se les han hecho grietas en las paredes debido a los
temblores de tierra, aquí son muy frecuentes.
Son muchísimas las cosas que me han llamado la atención de
todo lo que pude ver en estas comunidades de Nicaragua, resultan complicadas de
resumir en una breve redacción, pero sobre todo, yo destacaría la positividad
de la gente, su compromiso y predisposición a mejorar. Las madres hacen grandes
esfuerzos solamente para poder pesar a los niños y no faltan nunca. Las
personas más pobres que he conocido son risueñas y amables. Esto es algo
sorprendente, cuando nosotros privilegiados en todo, siempre andamos de malos
humores ceño fruncido. Todo aquí me resulta impresionante.
En Matiguas visitamos primero una escuela
"multigrado" y después un "centro de salud". La escuela fue
construida hace poco gracias a una aportación de dinero que hizo la Diputación
de León de España. Esta escuela antes era una choza de madera y plásticos, los niños no tenían pupitres y se mojaban cuando llovía. Con esta
aportación económica se pudo construir un edificio de cemento, que tiene dos
salas grandes, y otra casita más pequeña que es el comedor. Las dos salas
grandes tienen pupitres muy rudimentarios, pero solo una estaba ocupada por
alumnos, ya que únicamente había un profesor, que impartía clase multigrado.
Cuando fuimos a visitar la escuela, era la hora del
desayuno. En la casita pequeña, dos mujeres cocinaron arroz blanco, frijoles y
tortas de maíz para los niños, que tienen que llevar su propio vaso y cuenquito
al colegio para poder comérselo.
Este mismo día, durante nuestra visita, sucedió algo que me
marcó especialmente. En este centro estuvimos largo rato, y cuando ya nos
íbamos a ir, la chica de Ayuda en Acción que nos acompañaba nos dijo que éramos
una visita especial, que algunas mujeres de la comunidad nos habían preparado
una sorpresa. Entonces nos llevaron a una de las chabolas de madera en las que
viven, y allí dentro nos encontramos en un salón oscuro con suelos de tierra y
paredes sucias, una mesa puesta con platos, cucharas, vasos con una bebida típica
y manteles modestos. En la mesa, cuencos de arroz, y mazorcas de maíz, en el
plato un guiso de gallina con patatas y yuca. Ellos habían cocinado una de sus
gallinas (os aseguro que no tienen muchas), y habían preparado un guiso de celebración
especial, y nos lo habían presentado con sus mejores galas, para que nosotras
comiéramos allí. Todos los demás hacían cola para comer de pie, pero a nosotras
nos prepararon una mesa. En ese momento me sentí muy honrada y agradecida de
que esa gente, que no tiene nada, que sufre mal nutrición y come de pie, me hubiera
cocinado su gallina, me dejara su mesa con su mejor mantel y su mejor plato,
para que yo comiera. Este tipo de cosas no se viven todos los días, y ayudan a
comprender una realidad que yo hasta ahora solo había visto en la TV, antes de
cambiar de canal.
Yo era una de esas personas escépticas con las ONG, y tenía
muchos prejuicios y desconfianza acerca de cómo se administran los fondos que
son donados a sus organizaciones. Después del viaje, ahora sé con seguridad que
no son organizaciones que se lucren, en absoluto. Sus oficinas son viejas y
destartaladas, muy modestas. Sus trabajadores viven en pueblos que están a dos
horas de donde están las oficinas en las que trabajan, alquilan pequeñas habitaciones
de lunes a viernes para trabajar durante todo el día. Ellos no tienen horario,
la mayoría no ven a sus hijos ni a sus parejas, y por el nivel de vida que
presumen, no creo que ganen más de lo necesario para vivir.
Admiro a todas las personas que he conocido allí, creo que
ninguno nos cambiaríamos por ellos, pero tengo la sensación de que todos son
muy felices con lo que hacen, incluso más de lo que somos nosotros en ciertos
momentos, con todas nuestras comodidades.
¿De modo que qué me llevo de esta experiencia? ¡Tantas
cosas! Que soy afortunada, que todos nosotros somos muy afortunados, Que cuando
nos sentimos tristes o deprimidos, no es porque seamos malas personas, ni
tampoco somos egoístas, es porque se nos ha olvidado valorar todas las cosas
maravillosas que tenemos. Todo lo que he podido ver que consiguen las ONG en
países como Nicaragua, ya no es lejano ni utópico, ya no está "en el
tercer mundo", sino que me lo he traído conmigo, intuyo que para siempre,
y para compartirla con todos vosotros.
Que bonito!!!! Si es que esta Analía es una artista y también hace buenas fotos, sin saber absolutamente nada de fotografía. Creo que es de esas personas que se expresa mejor escribiendo que hablando. De todas maneras la experiencia tenía mucho mostrar. Un besito!!!
ResponderEliminarPor cierto Analía tiene tilde en la í porque sino no suena tan bonito jiji (manía que tengo... no puedo ver mi nombre sin la tilde, todo el mundo lo pronuncia mal!!!!)
ResponderEliminarSolucionado el problema con la tilde de su nombre, hizo usted muy bien en reclamar una rectificación, que una tiene el derecho de que se escriba y pronuncie bien su nombre, ¡faltaría más!
ResponderEliminarUn abrazo y un besazo.
Espectacular Analía. Sin duda una aventura apasionante que no olvidaré nunca y que me encantó disfrutar contigo. Sin duda el.viaje ha sido un antes y un después. Gracias por hacerme revivir de nuevo momentos tan duros y a la vez tan entrañables, de esperanza, alegría, de trabajo en equipo, supervivencia, tesón... un abrazo!
ResponderEliminarEspectacular Analía. Sin duda una aventura apasionante que no olvidaré nunca y que me encantó disfrutar contigo. Sin duda el.viaje ha sido un antes y un después. Gracias por hacerme revivir de nuevo momentos tan duros y a la vez tan entrañables, de esperanza, alegría, de trabajo en equipo, supervivencia, tesón... un abrazo!
ResponderEliminarEnhorabuena a Analía por estas fotos tan fantásticas que nos hacen viajar a miles de km sin movernos de casa. Besos a Analía y a ti Bipolar recuerdista jajaja.
ResponderEliminarBonitas imágenes y bonita labor. ¡Felicidades, Analía!
ResponderEliminarHe buscado esta entrada y he vuelto a leerla. Siempre que lo hago me jarto de llorar. Que gran experiencia. Inolvidable. Gracias por publicarla tan bien.
ResponderEliminarNo sé. Por alguna razón no puedo congeniar con el término miseria que utilizas para referirte a la forma en que viven. Tal vez es por lo que dices de que uno no pueda imaginar lo que es hasta vivirlo. Según observo tienen carencias en servicios de salud, saneamiento y educación, pero la foto inicial que pones de la casa es hermosa. Las zonas verdes, que lleven su propia cacerola al colegio para comer en vez que les sirvan en desechables me parece genial, no sé si te parecía mejor que llevaran papitas con refresco. El horno de leña, la cama sencilla, los niños haciendo fila, las plantas en la repisa de madera. No sé , no me parece miserable. No quiero decir que deben conformarse con vivir en malas condiciones, lo que pasa es que nuestra idea de lo que son unas buenas condiciones para vivir es bastante limitada. Tener un apartamento bonito, una lavadora, ropa nueva de vez en cuando, un carro, incluso una estufa no hacen a alguien poco miserable. No tener alimento, baño, una cama, un techo dónde descansar, educación, salud, pero especialmente vivir fuera de su contexto y valores. Estoy casi segura que si a alguno de ellos lo llevamos a una ciudad a vivir en un cuarto amoblado con agua, luz y transporte puede sentirse realmente miserable lejos del campo, de sus verdes. Miserableza es lo que ocurrió con una población indígena de mi país a la cual desplazaron y se acomodó toda en un edificio de la capital, allí no había donde sembrar, no había río para bañarse, verdes para observar, tampoco había un servicio eficiente de salud para ellos, allí lo único que les quedaba era pedir limosnas con sus niños en brazos hambrientos.
ResponderEliminarPasé cada año vacaciones en el campo en casa de mis tíos y abuela que tenían una casa similar a la de la fotografía, con piso de tierra, pero un hermoso jardín al frente. Fui muy feliz jugando con mis primas quienes caminaban descalzas a diario, ibamos al río del cual ellas eran expertas en encontrar el camino y en hacer clavados, no se requería tener un traje de baño. Recuerdo que recogíamos frutas que crecían en cualquier parte, corteza de árboles para encender el fogón, hacíamos culumpios con cuerdas en los árboles, ellas tenían ese pelo opaco porque no usaban Jhonsosns baby shampoo como yo para bañarme. Así que no sé, tal vez porque yo era tan feliz no puedo asumir que eso sea ser miserable. Afortunadamente tenían sus tres comidas así fueran humildes, iban a la escuela caminando también y en la habitación había dos camas sencillas dónde dormían mis dos primos en una y mis dos primas en la otra, a veces las tres cuando yo me quedaba. Me parece una gran obra ayudar a una comunidad a crecer, pero creo que hay que tener muy claro que es crecimiento , que en mi opinión después que se han suplido las necesidades básicas es ser independiente y feliz. En tus fotos veo gente sonriente, hermosa, con sus ropas lavadas y extendidas, los cuencos limpios. A veces creo que podemos ser más miserables nosotros en la oficina frente a un Mac de lujo pero constantemente humillados y bajo presión. A veces puedo pensar que los hacemos más miserables nosotros menospreciando sus posesiones.